La celebérrima coletilla "...por amor al Arte", está enraizada de manera tal en el subconsciente colectivo de este país llamado España, que es norma habitual considerar el trabajo de artistas plásticos e historiadores del Arte como una mera pantomima de gente rara o amanerada y sin valor económico alguno. Estos catetos no tienen conciencia de los años empleados en formación académica, horas de trabajo de investigación, y enfrentamientos en ocasiones con la incomprensión de familiares y amigos por el camino ingrato elegido.
En mi experiencia profesional de historiador y tasador de Arte me he encontrado con gente de este espectro, que no se atreverían a regatear los honorarios de un abogado, fontanero, o médico, y que sin embargo, lo hacen con los míos o con el módico precio de un cuadro.
Esta situación entronca directamente con el atraso educativo y cultural que padecemos, que provoca el escaso valor que se presta a cualquier manifestación artística y a los profesionales que las desarrollamos; pero no hay que preocuparse, ya que nuestros gobernantes de turno siempre nos dirán que el momento educativo y de creación de espacios culturales es óptimo, acallando las narcotizadas conciencias del español medio a través del gasto público en tacañas subvenciones y becas, o en la construcción de museos de Arte Contemporáneo como verdaderos contenedores de vanidad política y galería de Arte particular para unos pocos.
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